martes, 17 de agosto de 2010

La Carreta Roja

Diego Rosito:

La niña de la carreta, su nombre quedo en el anonimato, para la gente de la zona 16 ella es solamente la niña de la carreta. Ella pasa por esta misma intersección varias veces durante el mismo día, todos los dias. Se nota de lejos que realiza un trabajo arduo, algo que no esta pensado para ser hecho por ella, pero que seguro es realizado con mucho empeño porque la necesidad asi lo ha dictado.

Sus ropas muestran la sencillez en todo su esplendor, siempre viste atuendos parecidos. Una blusa de color solido y falda con diversos motivos, eso sí la niña nunca usa rojo. El rojo es un color prohibido en la tradicción familiar y en el entorno social de la chica. Para proteger sus pies del calido asfalto durante el medio dia, la niña usa caites de color café claro, de esos que son faciles de encontrar en los mercados de artesanias o casi cualquier mercado en Guatemala.

Cada vez que pasa por este transitado boulevar, ella voltea la mirada hacia una de las calles contiguas. Es casi como que buscara el destino, como que peresiguiera un deseo, ella sueña despierta. Dirige su mirada hacia los colegios que se ubican en el área, pareciese que añonara cambiar su carreta por un lapiz y un Jean Book para poder ir a cualquiera de los colegios cercanos a su área de trabajo.

Lo que lleva en la roja carreta es un misterio, por asociacion todo el mundo creeria que trabaja en la construcción, pero aveces la niña lleva ropa en sus manos; ¿Es que acaso se dedica a lavar ropa?. Su profesión es un misterio, lo que se nota es que tiene una convicción tan fuerte que a pesar de que haga calor, frio o llueva; la niña siempre carga la carreta con sus dos manos y transporta el misteriosos objeto de un lado al otro.

Su profesion es entonces algo oculto, desconocido; pero su sueldo o el beneficio que obtiene es casi invicible. Ella pareciese no obtener ninguna ganancia, simplemente pareciera ser una victima más de la explotación infantil en la que los padres no trabajan y se benefician del arduo trabajo de sus pequeños hijos.


Por: Diego Rosito

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