miércoles, 18 de agosto de 2010

Julio Micheo

Un niño de la calle



Un ente, un ser que respira, piensa, siente  y juega como cualquier niño. Con la diferencia que este al final del día no aspira a nada más que otro dia igual a ayer. Se llama Ernesto, o por lo menos así le dicen. Normalmente viste una playera de manga larga rayada, rara casualidad, con celeste y gris. Se pone un pantalón azul oscuro que termina en con unos zapatos que han recorrido largas distancias, sin embargo nunca han llegado a algún lugar. Su hogar, la calle donde nosotros pasamos. La misma que esta afuera de nuestras casas. Idéntica a la fría y solitaria calle que se encuentra al abrir la portón por la noche.

Ernesto normalmente se mantiene en el parque de la constitución. Como si esperara algo del que sabemos que no podemos esperar ni un discurso entendible. Este niño es una criatura, con una mirada profunda. Cómo si adentro de sus ojos se refugiara un mundo el cual no conocemos. Su voz dulce e inocente es la combinación perfecta, con su frágil y pequeña boca. 

Su piel es como la cáscara de una naranja. De recibir tanto sol, y de resecarse tanto ya se ha resentido. Al finalizar sus brazos tiene dos pequeñas y ásperas manos. Las cuales saben sujetar mejor una roca que un pedazo de pan.  Ernesto se alimente 1 a 2 veces al día. Lo cual es suficiente y le alcanza par todo un siguiente día de soñar y creer que el mundo es así.

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