miércoles, 18 de agosto de 2010

Luisa Mayari Prado


Universidad "Rafael Landívar"
Licda. Claudia Navas
Licenciatura en Ciencias de la Comunicación
Estilística
Luisa Prado
Carné 1231209
El Cuidador de Carros
         Las manos  agrietadas, resecas , por utilizar detergente en polvo para lavar carros.  Su piel morena, ojos cafés, pelo negro y  una mirada de ilusión y esperanza que se contradice con la expresión de su cara.  Estatura promedio.   El intento de una sonrisa que se vislumbra en su rostro, pero en el mismo momento esa expresión es interrumpida por la vergüenza.
Un suéter gris, que con varias lavadas y  asoladas se ve que fue café. Unos jeans con los ruedos desgastados y con algunas manchas. Tenía unos zapatos deportivos, el del lado derecho con un hoyo al costado. Las correas desgastadas, y la superficie del tenis manchado y raspado.
 Todos los domingos al entrar a misa de 7 de la mañana, los feligreses se encuentran  con ese rostro amigable de Gustavo Adolfo, quien muy amablemente ofrece su servicio de cuidado y lavado de autos. Y  a la salida se despide de sus clientes y les desea un buen día.
Nunca me había acercado a él, más que para darle los cinco quetzales por cuidarme el carro durante la misa. Decidí acercarme a él y preguntarle su nombre, le pregunté  su edad, el me dijo que tenía 16.  Con la intención de no interrumpirlo me quedé  parada alimentando a las palomas de la iglesia de la Merced sin quitarle la vista de encima.  Durante esos 20 minutos, noté que es un arduo trabajador ya que en ningún momento para  y toma un respiro.
Tampoco,  pude percibir un lamento o queja por lo que estaba haciendo. Simplemente estaba en su lugar de trabajo haciendo lo que le tocaba hacer. Después de la misa, me dirigí hacia él y le pregunté si aparte de trabajar,  estudiaba, él me contestó  que estaba cursando primero básico en la Escuela Nocturna Miguel García Granados, ubicada enfrente de la iglesia de San José , en la zona 1.
Proseguí con mi interrogatorio y noté,  que poco a poco su ceño se fruncía, además su mirada perdía por momentos ese brillo, y su cabeza la bajaba constantemente , como signo de vergüenza, al contestarme algunas preguntas. 
Me compartió que desde muy niño él se quedo sin su padre y a los 11 años tuvo que desistir de la escuela  para trabajar; también compartió sus sueños y anhelos, me confesó que quería ser un gran empresario y esa era la razón por la cual estaba estudiando.
Le pedí que se tomara una foto, ya que él era un gran ejemplo a seguir. Algo nerviosos e inseguro poso para la foto, muy amablemente se despidió de mí y como todos los domingos me deseó un buen día.

Gustavo Adolfo Aguirre


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