lunes, 9 de agosto de 2010

Escrito por Andrea Martínez




Un suspiro que contiene tantos sentimientos, es lo que me trasmite el describir ese bloque en el que habito. El primer vistazo que deja, es de un tono, un tanto desaliñado, ladrillos corrompidos por el desgaste del barniz, una teja, que poco cubre de la ardiente luz en pleno medio día. Esa reja que envuelve un ventanal enmarcada por un vidrio que nada traspasa. El rostro negro, tiene bien delineadas algunas cicatrices de oxido, que sólo son el reflejo del paso del descuido.

El cubo, esta rodeado de un amplio espacio al aire libre. A un costado, de uno de los espacios hay un pequeño encuadre de color café, adornado en el centro por una gran palmera, que a su vez se encuentra rodeada de verdes y coloridos arbustos.

El único y exclusivo piso esta dividido por cinco espacios, que se conforma por sala-comedor, decorados por muebles de madera, cuadros familiares colgados en las paredes color hueso, contrastadas por las largas cortinas lilas que distienden en el paredón principal de la entrada del recinto. Los sillones están ubicados frente a una librera dotada de libros de diferentes tamaños y colores, que muestran el deleite por la lectura por quién en vida fue el forjador de todo en lo que ella habita.

Ubicados ya en la sala-comedor, podremos cerrar los ojos e imaginar que seguido de la mesa y el mueble blanco donde reposan los platos, se aprecia el ambiente de la cocina, ubicada en un diminuto corredor de aproximadamente unos dos metros de largo y ancho. En este espacio, día con día, mamá recrea su imaginación.

En la parte trasera de la casa, vemos un paisaje entrelazado por cuerdas y ganchos de colores, que sostienen algunas de las prendas, esto para que los rayos del sol penetren en ellas. En un espacio topado a la pared izquierda hay varias canastas en donde se coloca las prendas sucias para luego introducirlas en la maquina de línea blanca.

¿Los dormitorios? Bueno, de los dormitorios no hay mucho que decir, más que son, cuartos aislados, a excepción del cuarto compartido con mi hermana. Lo cierto es que este espacio tiene impregnados sueños e ilusiones en sus paredes, hay imágenes y símbolos que representan cada una de las metas y objetivos que deseamos alcanzar.

Las paredes que encierran la construcción de la casa, esconden grandes secretos, grandes recuerdos que desde mi infancia guardo con recelo. Sin embargo, la característica inigualable es, que la casa ha logrado ser testigo de momentos de alegría como de dolor que han marcado mi vida y la de los míos. Más que ser el refugio que nos proporciona comodidad y confort, es ese lugar en dónde hemos reído y llorado.

Es de esta forma que les presento mi casa...

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