domingo, 22 de agosto de 2010

la Puta cola

Por: Julio Micheo

Al fin, las 7 y aunque no quiera el licenciado correspondiente debe detener su clase y permitirnos salir. Cual cabras locas salen algunos y algunas primero.  Luego salgo con la expectativa de un receso más, uno de los que tengo que tener durante 5 años.  Normalmente no como, en la universidad. Para evitar meter tanta porquería a mi cuerpo, mantener el presupuesto, y por supuesto no malgastar los 30 escasos minutos del intermedio en la fila de una venta de comida. Sin embargo casi siempre me toca acompañar algún desubicado de mis amigos a esa… cola.

Nos paramos tras el último que llego. Extendiendo la cabeza por los lados para encontrar a alguien conocido que pueda evitarnos la molestia de olerle los pedos a tanta gente delante de nosotros.  Pero no, ahí estamos obligados a esperar. Hablamos de idioteces que carecen de sentido, pero son como una droga para hacer el tiempo más rápido. Y al igual que todos los hambrientos pendejos, como nosotros, caminamos hacia el frente tambaleándonos de lado a lado. Cual pingüinos, o fila de comunión en la celebración dominical. Durante unos 5 metros, que se vuelven 20 minutos estamos ahí esperando la ansiada comida.

Al fin, llegamos a la caja donde mi compañero señala que va a comer. Ambos tratan de ser amables. Notándose el cansancio en el explotado empleado y la desesperación en el hambriento cliente. Al final se termina ese patético acto donde se entrega la mercancía, por una tarjeta que cada vez se hace más pesada por la deuda. Naturalmente seguimos con el rumbo y masticando el tiempo perdido en la esa fila, indiferentemente del lugar.

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