lunes, 9 de agosto de 2010

La Casa De Lucía

Ana Lucía Quiñones Gomez

Mi casa se asemeja a un pedacito del mundo olvidado por el acelerado ritmo de vida de la actualidad. Esa calle que apenas separa a la Universidad Rafael Landívar del mundo exterior, es la que se baña de niños jugando cada tarde frente mi casa.

Una puerta, dos portones y una pared cubierta por una enredadera enverdecida por sus hojas, distingue su rostro que contrasta con la modernidad y el pasado, ya que uno de los portones aún conserva el grisáceo color del acero y el otro comienza a cederle parte de él al paso del tiempo por la corrosión del óxido.

La enredadera también cubre la parte interior de la pared, como viviendo en dos mundos. Pero es acompañada por hermosas flores que adornan el jardín frontal. Un camino de piedras rústicas lo atraviesan como un puente místico sobre un río de verde grama. La majestuosidad del eucalipto en el borde del patio da sombra y hogar a un par de especies de aves que no cesan de inundar con sus cantos. Cerca del patio trasero, frente a un verdeante limonar, se encuentra el portal que transporta a mi mundo, mi apartamento.

Una pequeña cocina da la bienvenida, una mesa, algunas sillas y una alfombra que gustosamente recibe el exceso de agua en mis zapatos. Un mantel, un lava trastos y una estufa de tres hornías hacen juego con la alacena y el horno de microondas. Entre la cocina y el dormitorio, se encuentra un pasadizo con una librera que alberga las historias contadas por los poetas y los maestros de la universidad. El dormitorio, el lugar más acogedor de mi mundo, tiene una cama, un closet, y un televisor que me da una ventana al ocio. El piso está adornado por una alfombra rosa con espirales de colores que dan alivio a mis pies descalzos. Al fondo, el cuarto de baño con una cortina también rosa y agua caliente para los días de invierno.

Mi casa es acogedora y cálida, no le da espacio a la tristeza ni al llanto y representa lo que soy. Por eso este es mi mundo.

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